Hace pocos días hablaba de los oficios.
Esta semana una amiga me acercó una bolsita con una pulsera de la que una par de eslabones se habían desprendido, me pidió si podía intentar repararla ya que era un regalo adorado por ella porque era un obsequio que le hizo la señora que la ayuda en su casa, hace muchos años.
Esto de por sí era motivación suficiente para mí, a todos nos gustan los desafíos, pero mucho más nos gusta vivir situaciones que nos traen viejos y hermosos recuerdos. Poder rearmar la pulsera y pasar un rato entre eslabones y pinzas, indefectiblemente me trae recuerdos de mi infancia... de los más lindos recuerdos de mi infancia
Recuerdo a mi abuelo con el laminador y el balancín, dando forma a la plata que él mismo había fundido y transformado en lingote. Recuerdo el olor a metales... las pinzas, el crisol con esa lava naranja que volcaba cuidadosamente en la lingotera.
Recuerdo el laminador estirando y afinando delicadamente el metal, que seguiría su camino a la guillotina para ser fraccionado al tamaño que se requería. Recuerdo el balancín cayendo sin piedad sobre el metal acuñado...paso tras paso. Tantas veces lo habré observado que siento que podría repetir todo el proceso sin cometer errores?
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Volviendo a la pulsera, lo mío no fue nada. Simplemente abrir y reordenar eslabones.
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Volviendo a la pulsera, lo mío no fue nada. Simplemente abrir y reordenar eslabones.
Pero creo que mi herencia más hermosa sin duda es esta, y trabajar con metales me acerca el recuerdo de mi abuelo. Final y felizmente para mi amiga, la pulsera quedó lista para ser disfrutada por muchos años más.
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